Paz y Perdón perdidos en Colombia
En su sermón navideño el pontífice Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, señalo al Príncipe de la paz, Jesús, como el guía de la religión de la paz, contra los usos de la religión para la guerra. No solo se refirió al catolicismo, parte del cristianismo, sino también a los radicales islamistas y a los sionistas del judaísmo, quienes han hecho de sus teorías monoteístas su propiedad privada y su arma de lucha entre los pueblos.
En Colombia, la participación de la Iglesia con los sectores más godos, hoy llamados ultraderecha, es otro ejemplo al que le cae la palabra del Papa. Es vergonzoso para la historia de la Iglesia Católica colombiana que miembros de ella hayan bendecido motosierras, armas letales y a descuartizadores criminales antes de salir a sus acciones, simplemente para apoyar la desaparición del comunismo, la desaparición de seres humanos que niegan la existencia de Dios. El mal uso de la oración, es un mal uso de la religión y es la enfermedad religiosa que el Papa censuró en su homilía al mundo. No se puede usar el nombre de Dios para promover el exterminio de seres humanos.
La Iglesia Católica enseña que todos somos hermanos en Cristo, Dios hecho humano, que todos somos imagen y semejanza de Dios y que las diferencias de opinión, hasta de la misma existencia de Dios, no son cosas divinas sino humanas y que solo la paz es la verdadera fórmula de la convivencia humana y del poder de Dios.
“La paz sea con vosotros y con vuestro espíritu” lo condensa.
El catolicismo es una religión de la paz no de la guerra, que es una enfermedad de la religión como lo puntualizó el Papa. Las palabras del Papa Benedicto XVI tienen un significado muy profundo y práctico para los católicos de Colombia, fervorosos o no, porque Colombia vive un proceso de paz en la madurez de un deseo que hoy tiene herramientas y propósitos más cercanos a su cumplimiento que nunca.
La otra mención del Papa fue al amor. Porque el amor tiene relación directa con la paz. El odio es el combustible de las guerras, enseñar a odiar permite que las personas lleguen a lo más bajo de las peores crueldades humanas.
El amor, por el contrario, es desafiado y estimulado por el perdón. Aprender a perdonar es la enseñanza práctica de la confesión. Es la confirmación de que nadie es perfecta bondad como lo es Dios, quien con su amor demuestra su poder.
Porque el perdón es poder.
Solamente el poderoso puede perdonar. El sacerdote puede perdonar, quién da un préstamo puede perdonar la deuda, el padre puede perdonar a sus hijos. Siempre los poderosos perdonan. Los gobiernos perdonan porque con ello demuestran el poder de la Ley y de sus principios.
El perdón es el ingrediente más importante del amor.
“Amaos los unos a los otros” lo condensa.
El catolicismo es una religión del amor no del odio ni del rencor. Porque el amor derrota lo peor del ser humano. Su mezquindad, su llenarse de sí mismo, su terquedad, su egoísmo. Su propiedad privada de la Verdad.
Predicar el amor entre todos los seres humanos fue la revolución de Jesús, que le costó la vida, una vida que se reprodujo en todo el amor humano, basado en el perdón.
“Perdónalos Señor porque no saben lo que hacen”.
Los católicos colombianos tienen en frente de sí el perdón para terminar la guerra.
Tienen en frente de si las palabras de uno de sus guías máximos sobre la tierra, Benedicto XVI, para acabar la enfermedad de la religión. Dejar de usar a Dios y a la oración para la guerra.
El poder del perdón y del amor debe derrotar al egoísmo y al odio.
Es el momento de decirle al mundo que el amor y el perdón no están perdidos en Colombia.
Diferencia entre cristianismo y sionismo Y JUDAISMO
El cristianismo, no solo el catolicismo, es una religión judía que se reveló contra la posesión de la Verdad por los hombres, que era la visión de aquel tiempo por los sionistas de hoy, y que oponiéndose a ellos incluyó a todos los seres humanos, no solo a los judíos como los únicos supuestos hijos de Dios, lo que hizo posible que para ser cristiano no se necesitara tener la sangre de una mamá cristiana, sino tener fe en la paz y en el amor, el mensaje de Cristo para que la humanidad vaya hacia Dios.
De ahí viene ese recelo que los cristianos tienen con los judíos, porque son hermanos, porque ambos profesan la misma historia, pero Jesús se rebeló y echó el racismo a la caneca de la basura y abrazó a toda la humanidad como hijos iguales ante Dios sin distingos de sangre ni linaje.
No se trata de una raza que obliga a converger a todos los seres humanos a su fé, Sino de una fe que convierta a todas las razas humanas.
Los cristianos no están unidos por la sangre, una cosa humana, sino por la fe, una cualidad espiritual.
Jesús fue un judío terrorista verbal contra los que hoy serían los sionistas de su tiempo, cuya palabra desde que enfrentó a los sabios del templo lo llevó hasta la cruz, porque el amor y la paz son palabras subversivas donde reina la mezquindad y el odio de la propiedad privada de la Verdad en manos de los hombres. Una religión donde los demás seres humanos no caben. El nombre católico significa universal, de todos los humanos, sin distingos de sangre o raza. Por eso en el catolicismo hay chinos y japoneses que nunca nacieron cristianos, africanos que nunca nacieron cristianos y europeos y nativos americanos que profesaban el politeísmo y nunca nacieron cristianos.
El sionismo es una usurpación de las tradiciones judías, que las suplanta y asume representarlas. La degeneración del poder, la ambición ilimitada y la fe en la guerra son las características esenciales del sionismo, totalmente en contra de la vida y de las milenarias tradiciones judías.
El paso del Mar Rojo es hacia la libertad en la tierra prometida, tierra que no era para hacer de Israel una expansible hacienda amurallada, porque eso es encarcelamiento de los judíos, sino para abrazar desde allí a los palestinos, los árabes, los asiáticos, los africanos, los suramericanos, el mundo entero. Y hacerlo no con guerra, avaricia, crueldad y dominación típica del estilo sionista, sino con el estilo judío de la persuasión de la verdad, del ejemplo con la vida diaria, de la aceptación de la diferencia y la realidad de que no todos los seres humanos nacen judíos, del convencimiento de abrazar todas las razas y las creencias como la mejor forma de demostrar que hay judaísmo en todas ellas, de unir a la humanidad para la llegada del Mesías con las enseñanzas de la Torah, pero nunca jamás con el alimento del odio hacia el palestino ni el árabe ni el musulmán como lo propaga el sionismo, encarcelando y esclavizando a los judíos en una guerra por un pedazo de tierra cuando Israel es el mundo y a ese mundo se llega con la libertad no con la esclavitud y la guerra.
Si el sionismo es incapaz de convertir a sus vecinos en amigos ¿cómo va a poder preparar a la humanidad para la llegada del Mesías? El sionismo no es religión, aunque la suplante, y es un virus degenerado del que el judaísmo debe liberarse.
Pésach, Pascua Judía, nos enseña que la liberación no se consigue con la guerra, sino con el poder de la vida justa y la verdad, así fue como el judaísmo, no el sionismo, triunfó sobre el dominio del enemigo egipcio y salió de la esclavitud a la libertad. Eso es Israel. El poder de la vida justa y la verdad que nos lleva a la libertad.
La libertad existe fuera del sionismo y de su aberrante engaño de los judíos con un innecesario, discordante, pretencioso y anti judío dominio violento del mundo.
La Semana Santa y la Pascua Judía son dos enseñanzas desde circunstancias muy diferentes de un mismo denominador común: la paz y la libertad.
Colombia y la humanidad deben poner en práctica ambas enseñanzas.
José María Rodríguez González